"Roger Federer es el mejor jugador de la historia", decía un sincero Rafa Nadal asido a su copa, al borde de nuevo de la emoción.
Esa perfecta estampa veraniega era retransmitida en directo por Cuatro. Como comentaristas, José Antonio Mielgo y la campeona de tenis Conchita Martínez, ganadora de ese torneo en 1994. Conchita conocía y desgranaba los trucos: sabía lo dura que se volvía la hierba después de una breve lluvia y cómo afectaría eso al rebote de cada bola; sabía interpretar los gestos de dolor de Nadal; conocía los puntos flacos de Federer... y lo compartía con Mielgo, tal vez en ocasiones con un lenguaje demasiado técnico, argot de tenista.
Pues bien, tras cerca de cinco horas de partido y la victoria de Nadal, el largo mano a mano de Mielgo y Martínez al micrófono sacudió al espectador con la siguiente conversación (y cito de memoria).
-Ahí está Nadal, el primer español que levanta esta copa después de que lo hiciera Manolo Santana hace 42 años.
(silencio)
-Ay, disculpa, Conchita, tú ganaste el torneo hace 14 años y también eres española.
-No, de hecho ya decías bien lo de la copa porque lo que yo levanté fue el plato –añadió sin acritud Conchita Martínez.
Y sin más problemas, los comentaristas prosiguieron con su labor.
Ya ven, qué elegante ejercicio de invisibilización de las mujeres. Puede uno olvidarse de ellas incluso llevando cinco horas sentado a su lado. ¡Y lo majas que son ellas que ni siquiera se ofenden! Cómo se van a ofender si el mismo trofeo las distingue de sus colegas varones. ¿Para las damas una copa? No, mejor un plato. Todo en orden, entonces, nada nuevo bajo el sol desde el siglo XIX.
La vanguardia.es Maricel Chavarría
08 julio 2008
Suscribirse a:
Entradas (Atom)