Juliette Gréco, la voz del existencialismo y la chanson francesa, 50 discos y 10 películas
Yo le respondo abuelo, sólo le quería a él: me gustaba su silencio, su apariencia, su ternura y su trabajo, era arquitecto.
¿Ha entendido por qué su padre las abandonó?
Totalmente, no paraba de pelearse con mi madre; era un hombre que hacía mucho ruido. Viví con el hasta la edad de tres años.
¿Una mamá difícil?
Cuando era pequeña mi madre me dijo cosas terribles: "No eres mi hija, te compré a unos gitanos". Y un día me dijo: "Eres el fruto de una violación", y durante muchos años busqué el árbol que me había engendrado.
Bruta, su madre.
La he querido siempre, pero ella a mí no. Cuando fui famosa se interesó por mí, y me hirió, ¡zas!, que me reconociera sólo porque era famosa. Cada cual tiene su infierno.
¿Ese infierno la marcó para siempre?
Quizá, pero creo que la ausencia del padre fue aún más grave. Al no tener padre, la pérdida de mi abuelo fue extremamente importante.
¿Ha sentido rabia?
Soy violenta y sé que es lo más inútil que puede haber. Violenta pero muy dulce.
A los 15 años ya era independiente.
Sí, a mi madre y a mi hermana las deportaron y a mí me metieron en la cárcel. Entré ingenua, pero compartí celda con tres prostitutas y aprendí muchas cosas, me enseñaron por ejemplo a no fiarme de los hombres.
¿Cómo llegó al existencialismo?
Cuando mi hermana estaba en la universidad me habló de Sartre, y yo robé sus libros de la biblioteca de mi madre y los devoré.
Luego Sartre fue su amigo junto a Boris Vian, Prévert, Raymond Queneau...
Gran suerte; mi economía era miserable, pero era muy rica en amistad y atenciones por parte de esa gente. Podía preguntar todo lo que me inquietaba y siempre obtenía respuesta.
Era usted una adolescente, ¿qué era lo que más le preocupaba?
Nada, cuando no tienes dinero y eres muy joven, también eres muy libre. Ganaba algo de dinero, poco, recitando poemas en la radio de los poetas vivos más grandes de la época. No, no tenía preocupaciones, pero estaba muy extrañada de estar viva.
¿. ..?
Nunca he tenido el sentido del mañana. Lo primero que hago cuando abro los ojos es dar las gracias. Me extraña ser tan mayor y seguir haciendo lo que me gusta, es un gran regalo.
No es usted la melancólica que parece...
En absoluto, soy infernal, una alegre desesperada. La gente con la que he crecido, todos estos filósofos, pintores y músicos, eran muy alegres. Sartre era un bromista; cuando André Gide murió, le mandó un telegrama a François Mauriac, un escritor muy católico: "Haz todas las tonterías que quieras, el infierno no existe. Firmado: Gide".
¿Cuál es la lección más importante que le ha dado la vida?
Que el otro es Dios. Y que pese a la gravedad de algunas cosas, nada es serio. El tiempo y la vida son un regalo, a veces cruel y difícil.
¿Qué error no quiso cometer con su hija?
Los que he cometido, como todas las madres. La maternidad es una felicidad muy particular, pero es muy difícil cuando una está sola.
Su matrimonio con Philippe Lemaire duró poco más de un año…
¿El amor le ha hecho tambalearse?
Siempre me he ido antes de que las cosas se deterioraran; por tanto, sólo tengo amigos. Y siempre lo advierto: "Cuidado, soy muy paciente, pero hay un límite". Pero nadie me cree hasta el día en que digo adiós.
¿Las decisiones más difíciles?
Las que han tenido que ver con mi hija. En mi trabajo ha sido todo fácil, salvo aguantarme a mí misma. Soy dura y severa conmigo misma. Soy la persona a la que menos quiero.
¿Qué merece la pena en la vida?
Hacer feliz. Y cosas pequeñas, como cocinar para otros. Es una cuestión de detalles. Las mujeres con poco dinero y muchos hijos son mis heroínas. Es dura la vida de cada día.
¿Qué amigos le han ayudado?
Sólo hubo una mujer que fue muy mala conmigo. Murió. Era una actriz francesa, ¿cómo se llamaba...? No recuerdo, a la gente que no quiero la olvido. Por lo demás, he recibido algo de cada persona con la que me he cruzado.
Personajes como Camus dejan huella...
Eso es otra cosa, hay profesores y maestros.
Pero todos estos escritores ¿no eran personajes muy egocéntricos?
Aparentemente no, pero yo no he vivido con ellos, no me he acostado con ellos.
Boris Vian...
Me quería como se quiere a una hermana pequeña. Nunca me gustó hablar, pero el trato inhumano que recibí en la cárcel me cerró la boca, y Boris me devolvió la palabra.
¿Se ha entendido mejor con los hombres que con las mujeres?
No, con las mujeres me río más, nos damos más. Hay una profundidad en lo femenino de la que carecen los hombres.
¿A qué teme?
A los cretinos y a los malvados, una cosa va con la otra. Pero no a morir, empecé a morirme cuando me parieron; entonces: gracias.
¿Cuándo decidió vivir sin Dios?
No vivo sin Dios, Dios es usted y aquel. Amo a María y a Jesús, pero el Padre no me interesa.
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